ELEGÍA A MIGUEL HERNÁNDEZ

Con la tibieza de un niño desconsolado, leeré tus poemas.
Aquellos que nunca has escrito,
se perdieron para siempre entre la bruma y el olvido.
  
OH! Miguel a los treinta y uno. 
Quedó preso el silencio
y rota la fuente y el lirio.

Se me fue la voz al nombrarte,
me quedé ungido y solo frente al encinar
donde las mariposas te cortejaban;
Y el sol en la frente y el beso en los labios
y el sueño perezoso en tus ojos cerrados.

Me acostumbré a amar tu recuerdo,
a morir al leerte,
a sufrir en ti.

Preso estoy por verte en las cárceles oscuras,
se me va el alma detrás de la agonía,
rompo la vida si me lo pidieras,
y en los umbrales de la muerte
allí te espero, ¡allí!

Quería tanto abrazarte como terruño,
dejar tu corazón, entraña en mi pecho,
despejar de tu frente la corola de muerte
detener el tiempo parado en el jazmín.

Hasta tu tumba marchó mi voz seca.
Con los dedos labradores, encendidos de espigas,
saciare el silencio de tu alma.

Tierra y espigas, amanecer de España.

Paco Vicente, concejal de IU+LV Molina de Segura

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